
Nadie, absolutamente nadie, ni en el seno del FPCYS ni en las estructuras del oficialismo, se imaginaba un 2021 ni un 2023 sin el protagonismo de Miguel Lifschitz. Por acción u omisión, el ex gobernador iba a ocupar el centro de la escena, y todos los escenarios lo señalaban con clara comodidad para recuperar el sillón del Brigadier, tras el paso fallido de Perotti. La inesperada muerte cambió todo de golpe y puso al descubierto algunos elementos que merecen ser analizados: El desamparo del socialismo, las incomodidades del radicalismo, la prueba de fuego del FPCYS o lo que sobre él se vaya a construir y sobre todo, la enorme tarea de hacerlo sin un liderazgo claro.
Es probable que la muerte de Lifschitz signifique un mojón en la historia de la provincia de Santa Fe. La casi unánime expresión de respeto y admiración que despertó su partida no tiene comparación con ninguna de las pérdidas anteriores. No se trata de comparar figuras, se trata de comparar situaciones. Las despedidas de Hermes Binner y de Jorge Obeid, también fueron con un respeto absoluto y un aplauso común. Pero la de Miguel Lifschitz resulta además, de una traumática conmoción.
Para el socialismo es demasiado. En apenas nueve meses se fueron Binner, y la ex ministra Elida Rasino. El lider natural del socialismo y una referente de la educación pública que seguía batallando. Lo de Lifschitz es un mazazo inesperado. Lo que alguna vez describió Miguel Hernández, como » Un manotazo duro, un golpe helado. Un hachazo invisible y homicida. Un empujón brutal » que derribó de prepo a una figura que no sólo representaba al partido, sino que se erigía como un líder indispensable para la construcción de cualquier alternativa de poder cercana.
El socialismo está a la intemperie. Nadie le negará a Antonio Bonfatti su talla ni su dimensión, pero definitivamente se trataba de un cambio generacional, que desde Lifschitz hacia adelante marcaba un cambio de era progresivo. No aparecen de manera visible ni palpables maneras de ocupar el vacío que deja el Ingeniero. Y entre el dolor, el asombro y las urgencias, es imposible pensarlo de manera inmediata.
Encima, claro, los liderazgos no se inventan. En el caso de Miguel Lifschitz, demandó muchos años, pero especialmente una gestión de alta calidad, para concretarlo. No hay Lifschitz a la vista, porque los Lifschitz no son comunes. Y quien aspire a ocupar alguna vez ese lugar, tendrá que construirlo con la paciencia y la acción, que la historia no siempre ofrece oportunidades para concretarla.

Mencionar apellidos hoy es un disparate. Nadie está en condiciones de asumir el peso que deja la figura de Lifschitz, y quienes deban hacerlo saben, más que nunca, que tendrán que tejer una unidad sólida y generosa, que les permita salir primero del duelo. Será trabajo duro de las nuevas autoridades partidarias y de los principales cuadros políticos que lo conforman, administrar con serenidad cimbronazo, sin caer en las trampas de los egos y los relatos personales.
Está claro que el Socialismo tiene una camada de jóvenes intendentes, legisladores y funcionarios con potencial indiscutible de cara al futuro mediato. Allí se divisan muchas y muchos. Pero nadie estaba preparado para otra cosa que acompañarlo a ML, en los próximos diez años.
Al decir de Mauricio Maronna en una de sus últimas columnas en La Capital, antes de la enfermedad de ML, el «socialismo es ( era) fuerte por Lifschitz». Ahora tendrá que demostrar lo contrario y en esa tarea, no hay lugar para ambiciones desmesuradas, ni construcciones ligeras. Será la política en su punto más crudo, la que les ofrezca la oportunidad de rehacerse, después del peor invierno de la historia del partido.

También para el radicalismo es un golpe feroz. Al menos para quienes continuaban trabajando dentro del Frente Progresista y también, para algunos miembros de Juntos para el Cambio, que venian conversando con el ex gobernador, especialmente con la mente puesta en el 2023, más que en las nacionales de este año que no sabemos si ya tienen fecha.
Los radicales asumían el protagonismo de ML y sabían, que su oportunidad tendría más tiempo de cocción y madurez. Allí asomaban , aun con la presencia de Lifschitz, de manera natural, y por una cuestión de envergadura y biológica, dos nombres : Uno bien orgánico y cercano, como Maximiliano Pullaro y otro Pan-Radical, pero en oportunidad de gestión, como Pablo Javkin.
Los dos sabían que sus eventuales turnos para entrar con la llave a la Casa Gris recién iban a llegar en el 2027. Eso era ficción, claro. Pero ambos son militantes desde la más tierna infancia y han llegado a los lugares que ocupan, proyectando y construyendo, siempre bajo el paraguas de los gobiernos provinciales que encabezaba el socialismo.
Pues bien. Ahora el reloj se adelantará y es probable que deban anticipar los pasos. Los dos están muy afectados por la muerte del lider socialista, claro. Desde lo humano primero, y desde lo político también. Los dos, con las diferencias que tuvieran, se sabían detrás de él, al menos hasta 2023 y no mostraban ningún signo de pretender esquivarlo.
El radicalismo, en tanto «estructura» o partido, también revisará relojes de cara a las elecciones nacionales de este año, y claro, no faltará quien proponga como oportunidad una salida del Frente para profundizar el camino hacia la conversión de Santa Fe en un bloque más, de la bipolaridad nacional. Para eso no falta mucho, y no faltarán oportunistas cegados por la puerta que abre la tragedia. No hace falta mencionarlos. Lo demostraron en vida de Lifschitz, no trepidarán en hacerlo en su ausencia. Allí deberán funcionar los reparos éticos, los límites y las convicciones de los correligionarios.
La imagen de Lifschitz no era un asunto menor: hay una sociedad que todavía se refleja en dirigente honestos, en hombres de acción y en figuras que no nacen del marketing. A eso también deberán tenerlo en cuenta los radicales. No habrá liderazgos naturales si no hay gestión, admiración y respeto.

En las próximas horas llegará la coyuntura a golpear la puerta, e interrumpir por un rato la hegemonía de un dolor que demandará mucho tiempo despabilar. La necesidad de reemplazar a Miguel Lifschitz en la presidencia de la Cámara de Diputados, será una gran oportunidad para mostrar templanza y rendir un homenaje concreto al ex gobernador.
Como suele ocurrir en estos casos, sobrevolarán fantasmas y aves de rapiñas pretendiendo aprovechar la circunstancia. Allí se destacarán ( seguramente) las intenciones desesperadas del gobernador Perotti, por recuperar algo del poder que no para de perder, aún con la billetera llena. Y también los cuervos oportunistas, los rapaces, los que por naturaleza disfrutan de la necrofilia, y sólo conciben la vida, abrazados a un pedazo de poder.
Ojalá la política esté a la altura que la dejó Lifschitz. La sociedad lo perdió a el, y no es el momento para generar mayores daños.