Siempre es saludable el debate. Salvo que se trate de un debate en el que no se escuchan. En ese caso, como en todas las discusiones entre sordos, es probable que termine con malos entendidos. La muerte de Lifschitz generó un vacío tan grande como inesperado, y las posibilidades reales de recomponer el orden pre-existente, demandará el tiempo que demanda la aparición de un líder : puede que sea pronto o quizás nunca. Sobre esas incertezas deben trabajar socialistas y radicales, para no terminar extinguiendo un acuerdo que generó tres gobiernos respetados.

Miguel Lifschitz era el líder, y eso quedó mucho más claro con su muerte. Apenas transcurrieron tres semanas de su desaparición y el escenario se movió como un terremoto. Lo que hasta ayer parecía una condena de unidad, hoy es un principio de desglose. Lo que antes no se discutía, ahora se discute. Lo que antes era imposible que sucediera- el ejemplo es la imposibilidad de sumar los 2/3 en la Cámara para rechazar el veto a la ley que terminaba con los gastos reservados- hoy es pasible de suceder, como consecuencia de tentaciones varias.

Hay algo que está claro, aunque duela. el Partido Socialista está debilitado. Y es, en términos políticos, el más perjudicado por los acontecimientos. Sin líder que acomode las cosas hacia adentro y sin la presión que ejercía Lifschitz hacia afuera, no caben dudas que los socialistas no recibirán de sus socios el mismo trato que recibían. Y será así, aunque intenten evitarlo.

No se trata de un acto de mera maldad de los socios, sino una consecuencia natural: antes podian imponer condiciones que hoy no pueden. Miguel Lifschitz tenía la llave de retorno a la Casa Gris, casi asegurada. Y nadie de su partido lo hereda naturalmente. Los socios principales, la UCR que no se había aliado al PRO, tienen derecho a discutir el camino. Primero porque formaron parte de los tres gobiernos. Segundo porque nunca se salieron de las líneas de gestión y acompañaron desde la legislatura; y en tercer lugar, porque acompañaron a tres gobernadores socialistas y claramente, estaban dispuestos a apoyar un segundo mandato de Lifschitz. ¿ Quien les puede negar el derecho a discutir los pasos a seguir? La discusión es política, claro, pero humana también: quienes veían asegurados sus futuros en un lugar, ahora se preguntan si eso sigue siendo lo conveniente. ¿ Es reprochable ? Depende desde donde se lo quiera mirar. De un lado y del otro, con el cambio de escenario, las cosas se miran de otra manera. El propio Miguel Lifschitz ejerció el poder con pragmatismo. Reprocharle a los demás esa condición, no termina siendo realista. Y la política se construye desde la realidad.


Pero el tema más delicado quizás sea la orfandad de un espacio nacional único que los contenga. Cada vez que el FPCYS se cruzó con la «grieta», los dirigentes socialistas y radicales, terminaron perjudicados. Y más allá de las múltiples razones para no compartir identidad con ninguno de los dos grandes bloques que gobiernan y oposicionan en el pais, esa «ajenidad» no obtiene ni obtendrá ningún resultado concreto, hasta que se consolide un tercer bloque real, un asunto que por ahora la sociedad argentina no parece comprometida a apoyar, a pesar de las expresiones de hartazgo. Si las elecciones fueran mañana, otra vez, y a pesar de los esfuerzos de muchos, la pelea será contra los otros y eso acumula fácilmente. La gente elige a quien le pueda ganar al que rechaza más, no a los que preferirían ver gobernar. Es un poco insano, claro. Pero es lo que hay. Y si no se cocina con esos ingredientes, no hay posibilidades de sentarse a comer en la gran mesa.

Entonces es lógico que algunos empiecen a pensar en estos términos: «Ya no hay retorno a la Casa Gris asegurado, y encima no hay protección nacional…¿ Cómo seguimos?» como dice un dirigente radical. Las respuestas ideológicas valen, claro. Pero no responden a la pregunta: ¿ Cómo se construye poder real, si lo que subsiste es insuficiente para dar la pelea y volver a ganar la voluntad de la mayoría de los santafesinos?

No hay una respuesta definitiva, aunque asome con más fuerza la pragmática : Si la oposición en Santa Fe, no se consolida como fuerza única que pueda resolver sus contradicciones de manera democrática, lo que queda es una división que beneficiará al peronismo en todas sus expresiones y modalidades. Hoy le resultará útil a Perotti- que llegó al gobierno con la colaboración de un sector de la oposición disgregada- y mañana a quien lo suceda, en ese esquema de poder.


Entonces, vale preguntarse ( profundamente ) si lo que se procura es una construcción de poder con el objetivo de volver a gobernar la provincia, o si se permitirá licuar lo que queda en pie, a base de poner por delante las diferencias, por sobre cualquier coincidencia.

«Hacemos política para cambiarle la vida a la gente, no para opinar sobre la realidad» me dice un militante socialista. Y esa posibilidad de tener herramientas para desarrollar políticas de educación, de salud, de inclusión, etcétera, únicamente se consigue llegando al gobierno. Lo demás es testimonio.

La realidad es la que es y no la que vemos recortada por el rectángulo de nuestras ventanas. La realidad es lo que consagra una sociedad cuando es convocada a opinar, no en las redes sociales sino en las urnas. Y entonces, sólo se puede trabajar en base a lo que ofrece la realidad, y los cambios surgirán de una gestión, no de un lugar ruidoso en la tribuna.

Al final, lo que cuenta, y eso queda cada día más claro, es la manera de gobernar. Y sobre eso, al menos en Santa Fe, y en la mayoría de la oposición, no hay demasiadas disidencias.

Ni los radicales pueden solos, ni los socialistas podrán sin los radicales. Eso tienen que entenderlo antes de tomar cualquier decisión que defina la suerte de la coalición. Los partidos más chicos se acomodan a las realidades, y juegan – también- el partido de las conveniencias. Sólo alcanza con mirar las conductas de algunos dirigentes de pseudo izquierda, apoyando al gobierno de Perotti, o los cambios de voluntades de algunos dirigentes de «centroderecha», coincidiendo en las mismas decisiones.

Lamentablemente no hay mucho tiempo para vacilar. En medio de un tembladeral humano por la Pandemia, la economía y la violencia, la sociedad será convocada a las urnas. Y allí se pone mucho en juego. Menos que en 2023, pero mucho al fin. Los dirigentes tienen la obligación de leer lo que le pasa a las mayorías antes que dejar satisfechas sus convicciones. Los discursos que no llegan a modificar las voluntades confusas, no dejan de ser construcciones linguisticas bellas. Y nada más que eso.

Por ahora, lo que se conoce es casi el comienzo de una disolución. Y si lo que se propone es consolidar al Frente o fortalecerlo, haciendo una transformación, las señales no son buenas.

La política es hacer. Lo ideal es hacer lo que se cree que hay que hacer. Sino, es hacer lo que se pueda hacer, en medio de tantas complicaciones.

Es un momento demasiado delicado como para aumentar las divisiones. Lo que está en juego no es un asunto menor. Es ser o no ser. Y hay que advertir el enorme riesgo de que ocurra esto último.

Un comentario en «El FPCYS y el riesgo de ya no ser»
  1. Hugo Solari: Rescato de este escrito, una de las últimas frases «ser o no ser», rechazo con todo el respeto y admiración a nuestro compañero Lifschitz, el concepto «liderazgo», no creo sea un término afín al SOCIALISMO, el FPCYS, podrá disolverse o nó, lo que no puede discutirse en medida alguna, es LA ESENCIA SOCIALISTA, no es una cuestión «discursiva», es «ser o no ser»

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