ADVERTENCIA AL LECTOR. ESTA NOTA NO HABLA DE ELECCIONES. Lo digo por las dudas , por si algún desprevenido piensa que otra vez, y apenas iniciado un año NO ELECTORAL, alguien se atreve a ocupar su tiempo en eso, antes que en lo importante. ¿Y que es lo importante? Precisamente lo que ocurre entre elección y elección: el espacio de tiempo adecuado para que las políticas surtan efecto sobre una sociedad, independientemente de los contextos y los nombres que lo protagonizan.

La política está en deuda con la sociedad. Eso pasa en casi la totalidad del mundo occidental, pero se acentúa profundamente en Argentina. Un país que ha despilfarrado todas las oportunidades (grandes) que tuvo para estabilizar algún proceso social y económico que tuviera objetivos de desarrollo sustentable y efectos positivos. Por el contrario, todos los gobiernos- sin excepción- en los últimos 30 años ( por poner un número, podríamos decir 40 o 50) han colaborado en sus cuotas correspondientes, a un ciclo de empobrecimiento masivo, con consecuencias especialmente culturales, que auguran un futuro aún más desastroso, si no hay un inmediato cambio de paradigma.

En Santa Fe, las cosas no son distintas. La única diferencia, esto es una opinión, que puede ser acompañada con estadísticas sólidas, es que, durante 12 años, existió un plan de gobierno. Un Plan director de gestión, que tenía como objetivos (muy claros) el desarrollo del estado, como factor de igualación de oportunidades. Existieron, como en ningún otro lugar del país, un conjunto de políticas que estaban escritas y acordadas. No todas fueron exitosas, pero muchas sí. Y las que no lo fueron, como la seguridad, lo empezaron a ser tardíamente. Justo cuando la sociedad evidenció cansancio y decidió legítimamente, un cambio de gobierno.

La actual gestión de gobierno, ha demostrado ser todo lo contrario. Para muestra, bastan decenas de botones: entre la inexplicable improvisación en la mayoría de las áreas, la falta de objetivos públicos claros y la ausencia notoria de cuadros políticos capaces de administrar la complejidad del momento, los dos años transcurridos no son otra cosa que años perdidos. Y en política, en los efectos sobre una sociedad, lo que se pierde es calidad de vida, calidad institucional y una nueva inyección de desánimo que siempre contribuye a empeorar las cosas.

No existe Pandemia que lo excuse. Un gobierno con capacidad instalada, con cuadros políticos adecuados y con objetivos decentes, administra al Estado seriamente. Con o sin Pandemia.

ENTONCES, LA OPOSICIÓN…

El 2021 dejó un hecho trágico, con consecuencias aún peores: La prematura e inesperada muerte de Miguel Lifschitz. Un hombre que había consolidado un liderazgo indiscutido, y que gozaba del privilegio de tener las llaves para cualquier acuerdo que se necesitara.

La muerte del ex gobernador socialista, produjo un desbande inmediato en el Frente Progresista santafesino, antes incluso de que pudieran terminar de cerrar las heridas que arrojó la derrota de 2019.

A la pérdida de un líder, se le agregó el alineamiento nacional de las fuerzas políticas con la “grieta K ANTI-k”, la ambición desmesurada de algunos dirigentes, los egos intratables de otros, la prepotencia económica del gobierno provincial, y la aparición, esperable, de “nuevas figuras de la antipolítica”. Ese combo infernal, arrojó resultados dispares y poco fiables para proyectar en lo mediato. Y una única certeza: Santa Fe necesita, de manera imperiosa, retomar el camino de la inclusión social. Y para eso, ya no alcanzan los relatos, ni la declaración de buenas intenciones de cada una de las partes. Hace falta un programa de gobierno. Que sea realizable, que apunte a normalizar el funcionamiento de las principales herramientas del Estado – Educación, Salud , Seguridad y Cultura- y que postergue hasta 2023, la discusión sobre eventuales candidaturas. Lo que urge es un programa de gobierno. Despojado de fundamentalismos ideológicos y sostenido en el conocimiento profundo del territorio, de los problemas de la sociedad santafesina y especialmente, tejido sobre la generosidad de los dirigentes que se animen a concebirlo.

De nada sirve hoy, discutir con quienes sí y con quienes no, si mientras eso ocurre- cada día, a cada hora- decenas de santafesinos entran en zona de miseria y profundizan la exclusión. No sólo económica, sino cultural. EL principal empobrecimiento de un ciudadano es no tener planes a futuro, ni tener herramientas propias para imaginarlo y construirlo.

No hay vueltas: si los dirigentes ( muchos, no todos) no priorizan el encuentro con otros, y no se sientan a acordar políticas concretas, no hay progresismo que valga.

Si un dirigente, rociado por la vanidad de sus “inamovibles convicciones” se niega a sentarse con otro, a pesar de las urgencias, ya no se trata de un dirigente político, sino de un hombre vanidoso que prefiere mantener privilegios discursivos, antes que protagonizar un cambio.

Es AHORA, no en el 2023. Las candidaturas tienen que ser lo último en debatirse. Y si no se ponen de acuerdo, tienen que resolverse de la manera más democrática e inteligente posible.

No hay lugar para nimiedades ni especulaciones sostenidas en la sobrevivencia de un sector o partido. No hay espacio político- por decente que sea- que se pueda poner por encima de las necesidades sociales.

A eso, están obligados los radicales, los socialistas, los Pro, y todos los partidos que se erijan como alternativa de gobierno en 2023. Todos, aunque se huelan mal. Aunque no se quieran. Aunque se deban bancar el reproche de alguna militancia adolescente, que no entiende que gobernar es algo más que llevar remeras y vitorear consignas.

Es la política grande. Que las muertes de Lifschitz y Binner, no sean en vano. Que el compromiso de quienes quieren y saben cómo modificar el estado de las cosas, no se pierda en sus anhelos personales.

¿ Y EL PERONISMO?

Perotti es, por lejos, el peor gobernador que recuerden los santafesinos, en un momento poco oportuno. Y ell peronismo en su conjunto ha sido responsable de esta catástrofe política. Con buena fe, algunos creyeron en la capacidad de liderazgo del rafaelino. Otros, en sus voracidad de negocios y cargos públicos, lo sostienen sólo para sobrevivir.

Entre los negocios, la concentración de las energías en perseguir y culpar a los demás, el armado de un esquema de espionaje, la complicidad gremial , el desorden generado en las fuerzas de seguridad, el abandono de la EPE,  el desplome de la confianza de los docentes, los enfermeros, los médicos y todos los empleados públicos que hacen funcionar lo elemental, el gobierno rompió todo lo que se había construido hasta 2019, todo.

No hay, queda claro, ningún proyecto político detrás el PJ hoy. Si lo hubiera, tienen que abandonar de inmediato el barco sin control ni capitán, en el que han convertido al Estado santafesino y denunciar a viva voz, las maniobras que lleva adelante un capitán “borracho” de poder y perdido en la nebulosa de su fantasía personal. Algunos ya lo hicieron, pero son pocos.

Seguramente hay sectores del peronismo que pueden contribuir a una nueva coalición que gobierne a la provincia, pero tendrán que resignar sus apetitos inmediatos y romper con el miedo que le tienen a las amenazas de Perotti.

Lo que está en juego es el futuro de los santafesinos, no de sus patrimonios.

¿ Y esto aplica para Argentina? Claro. Sin ninguna duda. Si algo necesita el país con la misma urgencia es un EJEMPLO de construcción. Con menos alardeos, menos condicionamientos discursivos y menos comodidad.

Cómo dijo alguien a quien admiro, y no forma parte de la política: “Menos épica y más corazón”. La épica la relataran nuestras próximas generaciones, si es que somos capaces de dejarles algo que merezcan celebrar

Un comentario en «La oposición santafesina y sus responsabilidades urgentes»
  1. En muchas cosas seguís creyendo que los Reyes Magos existen. Lo de Hermes no, pero lo de Miguel marcó un quiebre tremendo en la provincia

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