
Antonio Bonfatti sorprendió a muchos esta semana con sus afirmaciones: «Ya no se trata de poner nombres, sino de fijar programas. Hay que ir hacia acuerdos programáticos, ese es el único límite hoy». Desde hace muchos meses, Rubén Galassi- el hombre que lo acompañó cómo Ministro de Gobierno – viene desarrollando una tarea en esa dirección. La acción de los dos dirigentes socialistas, pone sobre la mesa el debate más grande que se debe la oposición santafesina, que algunos radicales ya han planteado con claridad.
Los años no pasan en vano, si se aprende de lo ocurrido. Eladia Blazquez lo sintetizó en Honrar la Vida: «No, permanecer y transcurrir no es perdurar/ No es existir, ni honrar la vida/Hay tantas maneras de no ser, Tanta conciencia, sin saber, adormecida». En política, se va aprendiendo en el hacer, y algunas posiciones, que antes aparecían infranqueables, a la luz de la realidad y el paso del tiempo, se modifican. No se trata de transigir el ideario, se trata de comprender que a veces la defensa intransigente de algunas posiciones, termina produciendo el efecto inverso al buscado.
Si algo favoreció el triunfo de Perotti en 2019, fue la «unidad en la diversidad» del propio peronismo, pero no alcanzaba si la oposición no se dividía. Y hubo quienes eligieron ese camino, para regalarle el sillón del Brigadier al rafaelino.
Y el peronismo es hoy, lo que se ve en la gestión: Un grupo de personas asociadas por el poder, a las que nunca les preocupó «la corrección ideológica». Fueron detrás de Perotti sabiendo lo que Perotti podía ser y hacer. Y aún hoy, lo sostienen. Lo dice el comunicado de la unidad, reclamando un presupuesto que huele a extorsión, más que a demanda institucional.
Mientras tanto: El abandono de las escuelas y los docentes, el maltrato a los médicos y enfermeros, el empobrecimiento brutal a los jubilados, IAPOS al servicio exclusivo de un grupo de medicina privada que financió la campaña del gobernador, el vaciamiento de la policía, el endeudamiento (¿doloso?) de la EPE, los escándalos de espionaje de Saín, la ausencia de un mínimo plan de desarrollo en ninguna de las áreas centrales de producción, el deterioro inexorable de la administración pública que supone haberle quitado un 40% de los ingresos reales a los empleados, las pretensiones de endeudamiento mientras la caja del estado guarda decenas de miles (¿cien mil?) de millones a la espera de obtener intereses, los negocios caros- como el plan de conectividad, que triplica el costo del plan que propuso el diputado Alejandro Boscarol, la entrega del juego on line, de manera ilegal y por la vía del decreto, la anulación de la mayoría de las políticas culturales que estaban en marcha en 2019, la utilización de los recursos públicos, para aleccionar y disciplinar a propios y extraños, las compras de armas, camionetas y motos a sobreprecio, el desfinanciamiento de la Caja de Jubilaciones, la multiplicación del crimen y la violencia, en fin… una lista que podría ocupar decenas de páginas, pero que limito sólo por razones de economía del texto
En Santa Fe no quedan muchas dudas: Si la oposición, enhebrada hoy por (casi) la totalidad del radicalismo, con el socialismo y las fuerzas casi personales de los intendentes Jakvin y Jatón en el FPCYS y con el PRO en JXC, no confluyen en una unidad frente a la sociedad en 2023, lo que vendrá será la continuidad del peronismo en el gobierno.
La pregunta entonces es: ¿ Qué puede ser peor que esto , para algunos sectores del progresismo, que insisten con los «limites de nombres»? El gobierno de Perotti representa todo lo contrario que el «ideario progresista» y sólo un acuerdo amplio, basado en un programa de gobierno similar al Plan Estratégico que sostuvo a las tres gestiones del Frente Progresista, pueden terminar con esta debacle.
La inesperada muerte de Miguel Lifschitz provocó un quiebre en la oposición, porque la dejó huérfana de liderazgos indiscutidos. Ni el Radicalismo, ni el Socialismo tienen referencias únicas. El PRO mermó severamente su representación luego de la derrota en las internas del año pasado, y el sector de la oposición que jugó abiertamente para favorecer la elección de Perotti- el ex intendente de Santa Fe, Corral- fue confinado al último lugar de una interna de cuatro candidatos. El escenario es ideal para que se sienten a conversar. Hoy nadie puede solo.
¿ Cuales son entonces, hoy, los motivos que dilatan y demoran un acuerdo marco, y la puesta en marcha de un programa al que se terminen adhiriendo todos los que se oponen a Perotti?
Oponerse a ese acuerdo es jugar a favorecer al gobierno, y facilitarles la continuidad de la destrucción.
No hay libro, ni postura ideológica que sostenga una postura que rechace un escenario de unidad, más si las diferencias pragmáticas, se pueden resolver en una interna.
La afirmación del único ex gobernador vivo de los últimos 25 años en la provincia, incomoda a muchos. Adentro y afuera del PS. Y le abre la puerta a un proceso que puede, en poco tiempo, poner a la provincia de nuevo en el lugar donde gobierne al menos, la decencia y la pericia sobre todos los asuntos de estado.
Y algo más: Bonfatti niega enfáticamente cualquier pretensión personal. «Yo lo que quiero es ayudar a desarrollar un proceso que recupere rápidamente a la provincia. Ni se me cruzó por la cabeza, pensar en una candidatura. Lo que importa acá es lo que vayamos a hacer, y no quien lo vaya a hacer. Eso es secundario. A los límites hay que ponerlos en el programa, y no en los nombres» insiste cuando lo consultamos.
Su teléfono empezó a sonar a cada rato, lo confirma. Incluso de sectores del peronismo, y de algunos sindicatos que no se enrolaron detrás de Perotti. Quizás falten algunos llamados de sectores más cercanos en lo «ideológico», que empiecen a pensar más allá de sus propias suertes personales y sectoriales.
Santa Fe necesita con urgencia un acuerdo político que limite por lo que resta de la gestión a Perotti, claro, pero que empiece a dibujar un proyecto superador.
No queda mucho tiempo, aunque el calendario diga lo contrario. El trabajo que hay que llevar adelante requiere de generosidad, de saber escuchar al otro, de aceptar las cosas posibles y distinguirlas de las imposibles y si, de comerse algunos sapos.
Es increíble que en medio de tanto disparate y tanta anomia institucional, algunos insistan con el librito, los discursos correctos para la tribuna, y prefieran posar sus ojos en las diferencias, antes que en los puntos de acuerdo.
Los hombres de experiencia en gestión, como Bonfatti y Barletta, por citar a quienes se han manifestado abiertamente al respecto, son de extrema utilidad en situaciones donde los más jóvenes, disputan liderazgos, antes que programas.
Es un buen momento para empezar. Bonfatti abrió la ventana. Lo que resta, habrá que leerlo en los gestos de otros.