
Antes que nada, sitúese en su posición. No le caben las mismas acciones a oficialistas y opositores, aunque ambos pueden colaborar y completar las acciones, más rápido de lo que se espera.
Si es gobierno, haga todo mal. Trate de no aplicar políticas que solucionen ninguno de los problemas importantes. Mucho menos, si esos problemas impactan directamente sobre la gente.
Por ejemplo: Si usted tiene una inflación alta, supongamos de un 6% mensual, no tome ninguna medida que pueda frenarla. Y si lo hace, aplique paquetes que ya se sabe que fracasan de antemano. Ponga «Precios cuidados», mande durante una semana a los inspectores a los supermercados y después deje de ir. Los precios no bajarán nunca, y conseguirá lo buscado: que todos estén enojados.
Si es presidente, evite ser coherente en sus discursos frente a distintos públicos. Si enfrente tiene a radicales, digase alfonsinista. Si está en el conurbano, manifiestese peronista ultra. Si se para al lado de un empresario, reconozca que el país tiene problemas con sus sindicatos, pero si le toca encabezar un acto con un sindicalista poderoso, y sospechado de corrupción, no dude. Afirme que es «un gran dirigente».
Si tiene que manejar relaciones internacionales, hágase un lugar en la agenda y vaya una semana antes de una invasión cuestionable, al país del invasor. Y dígale que usted quiere ser la puerta para su ingreso a América Latina. Si puede, extienda esta postura hacia todos los paises que lo apoyan. Y si le quedan dudas, abstengase en todas las votaciones. Que el mundo sepa que usted no tiene muy claro lo que piensa. Y si tiene dobles discursos, mejor.
Si usted, forma parte de la coalición de gobierno, no abanone nunca los cargos. Pero haga el esfuerzo de desgastar a su propio gobierno sin que queden dudas de que lo está haciendo. Por ejemplo, aunque suene a disparate, si es usted vicepresidente: dígale al Presidente en público y frente a representantes de todo el mundo, que tener la banda no es tener el poder. No le vote las leyes más importantes, ni proponga alternativas con alguna viabilidad. Hágase más opositor que los opositores, y eleve banderas con adhesión a los peores lideres del mundo. Aunque den asco, aunque sean genocidas, aunque hayan desatado una guerra y bombardeen hospitales. Usted diga siempre, con tono irónico: «Je, no se ofenden por otras guerras ¿no?» Y nunca, jamás deje dudas de que si fuera por usted, el país ya hubiera mandado tropas para fortalecer al invasor.
SI falta algo, dedique todo el tiempo que tenga a hacer manifestaciones internas. Haga declaraciones ruidosas, y hable de cualquier cosa menos de lo que le está pasando al ciudadano común. Como si ellos no existieran. Hable del pueblo y diga frases emotivas, pero dediquese a proponer reformas para salvar su cuello en la justicia, y proteger su patrimonio.
Si es gobernador de una provincia, ahorre. Junte toda la plata posible para hacer una campaña multimillonaria el año que viene. Aunque deba quitarle el 50 % del poder adquisitivo a los médicos, maestros, enfermeros, policías y cualquier ciudadano que preste servicios esenciales. No ponga en marcha políticas importantes. Juegue todo a los negocios con los amigos y ponga en duda que el Estado sirva. Precipite la gravedad de los asuntos financieros de las cajas de jubilaciones, de las obras sociales públicas y de la propia salud. Que la antipolítica tenga argumentos para decir que el problema es el gasto público, aunque usted sólo ahorre.
Y no haga nada en materia de seguridad pública. Deje que los barrios empiecen a ser dominados por los narcos, sin limites algunos. Desarme a la policia, no le de aumentos salariales, ni le ponga infraestructura para que combata al delito. Que la gente tenga miedo, mucho miedo. Y que al final, termine pidiendo mano dura y balas libres.
Si le toca en suerte, ser opositor… La tiene un poco má cómoda, claro. Pero será imprescindible que colabore para que la política no se convierta en una opción.
Empiece por dedicar la mayor parte de su tiempo a hacer internas con sus aliados. En principio, desgaste a los aliados que gobiernan o tienen chances de gobernar. Vaya por el camino de las conveniencias personales, nunca por el lado de lo colectivo.
Marque todas las diferencias, y nunca haga referencia a las coincidencias. No le preste atención a los reclamos sociales, que son contra el gobierno. Y si se mete en esos asuntos, evite tener ideas concretas de solución. Diga generalidades, tréncese en discusiones públicas con oficialistas y discuta sólo para ver cual fue peor. Nunca, jamás, utilice esos espacios para proponer soluciones, nunca. Que eso será en la campaña, diga. Que no piensa anticipar nada de lo que piensa hacer, porque eso tiene que hacerlo el gobierno.
Use todo el tiempo, todo, en marcar agenda con temas vinculados a las minorias. Que la gente sepa que usted tiene preocupaciones por asuntos que generan igualdades y mejoran la vida de un puñado de personas. Que lo vean todo el tiempo en temas simbólicos, aferrado a causas con cinco décadas de antiguedad. Que la gente entienda que usted se ocupa de otros temas, de los importantes. Nunca de la seguridad, nunca de la economía, nunca de la educación, nunca de la salud. Que quede claro que la política no sirve para eso. Que la política se dedica a lo que puede, nunca a lo que debe.
Y profundice sus discursos ideológicos. Nunca retroceda. Marque la linea de sus límites, antes de discutir ningún programa de gobierno. Antes de empezar a hablar con nadie diga cosas tales como : «Nuestro límite es Perez, y si está Perez, nosotros no estamos», cosa que el ciudadano común entienda que sus prioridades son sus diferencias con Perez, nunca la inflación, nunca la inseguridad, nunca sus problemas.
Hable de asuntos bien ajenos al ciudadano. Diga que mientras no se solucione lo macro, no se podrán dar soluciones. Proponga disparates. Amenace con decisiones imposibles, e insista con ideas que no se pueden aplicar en ningún punto del mundo.
Y entonces verá crecer a la Antipolítica. Y entonces, verá cómo sus votantes van huyendo hacia la esfera de quienes prometen soluciones mágicas y violentas. Entonces los verá crecer, como creció VOX en España, como terminó gobernando Bolsonaro en Brasil, en sociedad con los cultos evangélicos.Entonces, se asombrará porque habrá quien se anime a reivindicar genocidas, escuchará recuerdos románticos de los tiempos del vaciamiento, y verá aparecer personajes mediáticos con picos de rating, que propondrán guerras civiles, contra los pobres.
Y al final, cuando se acerquen las elecciones… la obra estará concluida. Y las encuestas no servirán de mucho. Su trabajo se completará, solamente, para definir cual de los dos- oficialista u opositor- tendrá la chance de salvar a la politica en un Balotage. Y será tarde.
Los derechos cuestan mucho trabajo, pero se destruyen con mucha facilidad. En horas, en pocas horas. La democracia ya no necesita de golpes de estado para flaquear. A la violencia existente y caotica, le ganará la organizada.Y generalmente, con el respaldo de una población harta de privilegios y una dirigencia política desentendida y alejada de sus problemas.
Entonces, vendrá un Milei. Y será muy tarde. Ustedes serán los responsables. Y lo están haciendo bastante bien.