Los Estados pueden funcionar bien o mal. Las acciones de los gobiernos que administran los Estados pueden ser mejores o peores. Los gobiernos pueden ser malos, incluso muy malos. Y claro, hay gobiernos que achican o agrandan las funciones del Estado, dependiendo a veces del viento de cola imperante en el mundo, o de sus convicciones ideológicas. Lo que los santafesinos no habíamos experimentado era esto de vivir sin Estado. Omar Perotti inaugura una etapa de salvajismo político que se evidencia de manera indisimulable en Rosario. Una ciudad abandonada por la provincia, donde las balas, el humo y la impunidad, cruzan con la libertad que cruza el viento.

Rosario es irrespirable. La tarde nublada y fría del sábado es testigo de la descompostura de una adolescente en la costanera. El humo que llega de las islas, el humo que llega sin que nadie ponga fin al fuego que lo genera, provoca una sensación de falta de aire en Andrea, que es deportista, pero alérgica. Y tose, y se ahoga, hasta que sus amigos deciden llevarla en auto a la guardia del Británico.

A esa misma hora, mientras en la sala de espera del HECA, empiezan a llegar los heridos. El humo sigue intoxicando a los rosarinos, pero ahora los que llegan por auxilio son los heridos por las balas que volaban en Ludueña. «Hay un pibe de 8 o 9 años», le dice una enfermera asustada al médico de guardia. «Que la policía refuerce la entrada» grita el médico, antes de ocuparse de atender al niño. «Es una bala en la rodilla, lo curamos y lo mandamos al de Niños».

En los últimos días, Rosario ya enterró a varios niños, alcanzados por las balas de un grupo de bandidos. No hay edades ni identidad para los elegidos por las balaceras. Da igual si es de día o de noche. Puede ser en el Norte, o en el Sur. Pueden pasar en moto o en autos. Las balas están matando a dos personas por día, y llegando a Agosto, los homicidios igualan a los ocurridos durante todo el 2021. La proyección indica que vamos a tener más del doble de muertos que en el 2019, el año en el que Omar Perotti ganó las elecciones, prometiendo «Paz y Orden» y una «Policía profesional, que voy a conducir yo personalmente».

El humo llega a la puerta de la guardia del Hospital Alberdi. Algunos familiares de los heridos esperan y se tapan con pañuelos las caras. No es para que no los identifiquen, es para evitar que el humo los ahogue.

La ciudad, mientras tanto, funciona como si nada ocurriera. los autos van y vienen por las avenidas. los chicos se preparan para las previas. Algunos ya empezaron a tomar cerveza en las esquinas. En esquinas pintadas por los colores de Newells o Central. Con consignas firmadas por las tribus, que disputan el orgullo del dominio del lugar.

Entrada la noche, no se avistan patrulleros dando vuelta por el norte de la ciudad. Apenas algùn retèn, que no retiene nada. Literalmente no hay patrulleros de la policia provincial. Y los policias no parecen orgullosos de eso: «No nos dan nafta, a la mitad del personal no les dieron uniformes, las armas son las que teníamos en 2019…¿ Sabés cuanto pagan el adicional por hora? ¡350 pesos! ¡Ni un kilo de pan por hora nos pagan estos delincuentes!». Paradójico. La provincia se jacta de tener miles y miles de millones de pesos guardados en Plazos Fijos, mientras le paga a la policía el peor sueldo de la historia.

De acuerdo a un informe que publicó APROPOL, el presupuesto ejecutado por el Ministerio de Seguridad a comienzos de agosto, no llega al 6% del total. Los números son ratificados por dos diputadas: Clara Garcia y Gisel Mahmud. Ninguna voz oficial retruca ni desmiente. Pasado en limpio: en seguridad, el gobierno de Perotti gastó apenas 6 de cada 100 pesos disponibles. Y tiene una ley de emergencia que le permite eludir casi todos los obstáculos burocráticos. No es mala gestión, es no gestión.

Hace una semana, la empresa de transporte Laguna Paiva, que se encarga de trasladar a los policías desde sus lugares de orígenes hacia donde prestan servicio, amenazó con cortar el servicio por falta de pago. No era un mes, ni dos. Eran tres meses lo que el Ministerio de Seguridad adeuda. Hubo una promesa de «acelerar el trámite», pero aún no pagaron la deuda.

En las cárceles santafesinas, falta comida. Durante diez días dejaron de darles pan, si, pan, a los presos y al personal del Servicio Penitenciario, porque los proveedores se cansaron de esperar los pagos. 4 meses de deuda. Inexplicable por los números que la provincia reconoce tener. Lo mismo ocurre con los comedores escolares, o con el dinero que les corresponde a las instituciones deportivas. No pagan nada, al menos en tiempo y forma. Y algo más: nadie atiende al que reclama, hasta que el reclamo se vuelve visible en algún medio de comunicación.

El contraste es el relato de los principales medios de comunicación de la provincia. Esconden, en la medida que puedan, hasta los crímenes. Las publinotas del gobierno provincial, ocupan los primeros lugares, con títulos tan absurdos cómo «La provincia duplicará la inversión en las cárceles» o el más insólito: «El secreto para ser la provincia que más creció y más aumento le dio a los empleados estatales». La nota sale justo unas horas después de un paro casi general en el Estado provincial. Durante 48 horas no hubo escuelas, ni atención en las oficinas públicas, y en los hospitales, apenas guardias mínimas. Reclaman un llamado inmediato a paritaria, pero el ministro de Trabajo dice que no, que no van a llamar a nadie, al menos hasta el mes que viene.

El gobernador ya no habla de seguridad, ni da entrevistas, ni se asoma a conferencias de prensa. El prefiere ir a inaugurar con Massa y Fernández, la reinauguración de un tramo de trenes a Cañada de Gómez, pero lejos del periodismo y los manifestantes. Un video muestra los insultos al flamante Ministro de Economía. Perotti no se acerca al lugar.

Jorge Lagna es ministro de Seguridad. Mantiene a la jefa de Policia que le legó su antecesor, el imputado por corrupción Marcelo Saín. Todos, absolutamente todos, coinciden en calificar a Lagna como un hombre extraviado en la función. Tiene una salud delicada, pero no lo blanquea. Dice que se va a quedar hasta que Perotti le diga que se vaya. Y mientras tanto, un ministro- Agosto- le maneja los recursos a través de una funcionaria que no para de generar escándalos- Ana Morel- y otro ministro, con apetencias electorales, Corach, le arma una estructura paralela, designando policías en su cartera, como preanunciando que quiere su lugar.

Aníbal Fernández, que tiene de asesor en asuntos santafesinos al exministro imputado Marcelo Saín, dice que los niveles de violencia están bajando en Rosario. Que ellos mandaron un montón de gendarmes, pero los gendarmes apenas ocupan lugares en el centro de la ciudad.

Un verdulero llora en un video de la Senadora Losada, contando que le balean el negocio y que le piden un millón de pesos, para dejarlo trabajar.

Rosario, Santa Fe, Santo Tomé, Rafaela, y todas las ciudades importantes de la provincia, acusan delitos violentos diarios. Y nadie les responde nada.

Los intendentes se callan, como los medios, porque el gobernador les advierte que no habrá recursos para los que se quejen. Algunos se prestan para el trabajo, quizás a cambio de apoyos económicos en la próxima campaña electoral. Todo es discurso sin reclamos abiertos a los responsables de cuidar a sus vecinos. No se les cae el nombre del gobernador o del ministro. Cuando se trata del humo, las acusaciones son para otro gobernador, para el presidente o para el Papa. La provincia no hace nada para detener el fuego en las islas, y evitar que la gente se ahogue con el humo.

Habíamos vivido el Estado pleno. Vivimos el estado vaciado y privatizado. Pero nunca, este retiro del Estado.

Santa Fe es una provincia sin Estado. Los números lo explican. Los muertos, también.

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