Diego es un empleado del Servicio Penitenciario de Santa Fe, precisamente el lugar desde donde se ordenan gran parte de los homicidios que ocurren en Rosario.

Diego cobra una miseria. Sus turnos en la cárcel, de 24 horas corridas, se alternaban con un trabajo de remisero. Las razones son obvias: su sueldo no le alcanza para cubrir los gastos del mes, y sale los fines de semana a la noche, a juntar lo que puede.

El lunes a la noche subió en su remise a un muchacho de 27 años que le pidió que lo llevara hacia el norte. Iban por Avenida Peñaloza y el pasajero le ordenó que doblara hacia Villa Hipódromo, uno de los barrios más calientes de la capital provincial. Diego se negó, le dijo al pasajero que lo dejaba allí, que hasta allí se animaba a llegar. Y el pasajero lo amenazó con un cuchillo Tramontina. Y le picó el cuello, y después el tórax. Y Diego se defendió con el brazo derecho, mientras que con el izquierdo, agarró el arma reglamentaria que sólo puede usar durante el servicio carcelario, y le disparó al pasajero. Dos veces. Y se bajó del auto en estado de plena desesperación.

«Te juro que era mi vida o la de él» le dijo temblando al policia que lo encontró al lado del auto. Fue el propio chofer el que llamó al 911. Desde entonces permanece detenido a la espera de una resolución que establezca si le corresponde la libertad.

Desde que se conocieron los hechos, los taxistas y los remiseros de la ciudad salieron a pedir por su libertad y por nuevas medidas de protección para la circulación nocturna. Otro tanto ocurre con sus compañeros del servicio penitenciario, que no dejan de llamar a los medios para expresar la solidaridad con el chofer y compañero.

«Ese muchacho lleva trabajando más de 20 años para la fuerza, él…su hermana, también su padre, todos milicos! Pero este delincuente…el porteño, que encima estaba de salida transitoria, o sea…salía de la cárcel a robar, a matar…
Todos los empleados penitenciarios, su familia y amigos como yo, estamos haciendo lo posible para que no quede detenido…Se llama Diego …y todos nos vamos a juntar a exigir que no quede detenido, el fiscal aparentemente nombra que hay un exceso de legítima defensa»…

Su compañero no contiene las lágrimas al hablar, y después sigue tratando de explicar que «no podemos seguir así», y cuanta de las condiciones de trabajo, de los sueldos, de las miserias internas del Servicio y de la cantidad de personal que «completa» la semana trabajando de otra cosa.

La justicia resolverá la responsabilidad de Diego, claro. Lo que queda claro es que usó el arma que no debía usar, porque sino lo mataban. Lo mataba un sujeto que no debía estar en libertad. Que salió de prisión por autorización de la justicia, la misma que ahora juzgará la responsabilidad del penitenciario.

Y se abrirá un debate innecesario sobre la tenencia de armas, y sobre las acciones exageradas de defensa.

Lo que nadie dirá, por orden de los funcionarios provinciales, es que este es el ejemplo acabado de los resultados de la gestión de Walter Galvez al frente del Servicio Penitenciario, desde hace 39 meses.

Empleados que cuidan a delincuentes que salen con más facilidad a la calle, desde las cárceles, que los ciudadanos santafesinos y rosarinos.

Ya no hay muchas explicaciones, ni tiempo para debatir soluciones a largo plazo. Es imprescindible que el Estado santafesino le devuelva motivos a policías y penitenciarios, para mantener el compromiso con sus labores.

Un policia (o un penitenciario) que necesita trabajar de remisero, no es el modo.

La detención de Diego será motivo de discusión por las próximas horas. Luego, cuando vuelva a morir un inocente que salió a la calle, o que participó de un velorio, o que estaba haciendo horas extras (en negro) para cuidar un boliche de un amigo, nos olvidaremos y pasaremos de página, como pasamos de muertos.

Este crimen, es inverso. Murió quien generalmente mata. Y mató, el que habitualmente muere en Santa Fe.

Lo espeluznante es que nos acostumbramos a ver morir y matar.

Y desde el Estado, algunos sugieren- como el flamante Ministro Agustín Rossi- que «dejemos de hablar de eso».

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