¿ Cómo es posible que un chico haya estado doce horas muerto en un frigorífico, mientras su familia lo buscaba, y nadie insista con la necesidad de exigir las explicaciones del caso? ¿ Por qué nadie sale a reclamarle al Secretario General del gremio de la carne, su complicidad, que se manifestó en obligar a los compañeros de Agustín, a seguir trabajando inmediatamente a doce metros, sin denunciar lo que estaba ocurriendo?
¿Cómo es posible que el gobierno rompa una paritaria con todos los profesionales médicos de los hospitales públicos de la provincia, ordene descontarle los días a quienes hacen huelga, y nadie salga a reprocharle ni al ministro, ni al resto de los dirigentes sindicales estatales, la actitud de silencio frente a un acto de persecución estatal? Son los médicos, los profesionales que pusieron el cuerpo frente a la pandemia por nosotros, son los «héroes» sobre los que nos cansamos de homenajear en versos, pero ahora los dejamos solos, con sus reclamos y sus debilidades.
¿ Cómo pudo pasar que la Ministra de Educación, Adriana Cantero, haya ordenado el cierre de por lo menos el 50% de las escuelas de educación especial, y mandar a centenares de pibes con discapacidades diferentes, a escuelas donde no hay personal adecuado, ni infraestructura, ni cargos asegurados para los acompañantes terapeuticos, y nadie, casi nadie, haya salido a denunciarlo desde ninguno de los grandes medios santafesinos?
Estos tres ejemplos, que son sólo ejemplos, ocurren en estos momentos en la provincia de Santa Fe, bajo la órbita del gobierno, por decisiones de los gobiernos y con la complicidad manifiesta de la mayoría de los dirigentes sindicales.
Y con la mayoría de nuestra complicidad periodística, que se traduce en silencio.
Lo mismo ocurrió con el audio de Alvarado en junio de 2019.
Lo mismo ocurrió con los 500 destitularizados que tenían como función, mantener en marcha los PLANES ABRE, VUELVO A ESTUDIAR Y NUEVA OPORTUNIDAD.
Lo mismo con Saín, cuando insultaba a los policias. Cuando nos compraba con sus 1000 millones de pesos de libre disponibilidad, para que repitiéramos mentiras, mientras él se ocupaba de espiar, escuchar y perseguir a jueces, empresarios, opositores y si, periodistas.
Lo mismo ocurrió con el juego on line, con el decreto por 15 años firmado entre gallos y medianoche, en plena pandemia, y que transparentó el verdadero objetivo que tenía el gobernador para «perseguir» a los propios que habían recaudado fondos para su campaña, a cambio de darle el negocio a los inversores, como Peiti.
Lo mismo con la fallida compra de armas, con el desfalco de los chalecos antibalas, con el desguace pornográfico del 80 % de los vehículos de la policía que no se reemplazaron y dejaron sin patrullaje a Rosario, pero también a Santa Fe, Rafaela y Venado Tuerto.
Lo mismo con la ley de conectividad, multimillonario negocio que el gobierno nunca pudo explicar técnicamente, ni sabe todavía cómo llevarlo a cabo.
Lo mismo con la vacunación VIP. Y la farsa del gobernador que salió a descalificarnos a los que la denunciamos, pero al momento de ir a la justicia, decidió «autodenunciarse», sin ofrecernos la posibilidad de declarar o de ofrecer pruebas.
Lo mismo para cada negocio del 107, que impunemente sigue a cargo de Eduardo «El Gato Wagner», que desarmó el sistema de emergencias médicas y nunca explicó el destino de los recursos que administra.
Lo mismo para los abandonos de los hospitales y centro de salud, donde por primera vez en la historia de nuestra provincia, los profesionales se están yendo de a decenas a otras provincias, por falta de cargos o por bajos salarios, o directamente por las insoportables condiciones de trabajo.
Lo mismo para el nombramiento premio del ex Ministro de Seguridad, Jorge Lagna, al frente del ENRES.
¿ Quién se animó a preguntarle a Walter Galvez, el único Secretario del Servicio Penitenciario desde el 11 de diciembre de 2019, por qué desde que asumió, los presos narcos recuperaron la libertad de acción dentro de los penales, y ordenaron ejecutar ( por lo menos) 500 homidicios desde entonces? ¿ 4 ministros, 12 jefes de policía y Galvez sigue en su cargo? ¿A nadie se le ocurre ir a pregunarle al gobernador hasta que lo explique, sin evasivas?
¿Y los funcionarios que violaron la cuarentena, festejaron los cumpleaños de 15 de sus hijas, y siguen en los cargos, como si nada hubiera ocurrido?
Hay mucho más, centenares de ejemplos más que demuestran cómo a lo largo de los últimos cuatro años, la sociedad vivió de espaldas a las decisiones públicas, y sólo las percibe en sus consecuencias: el empeoramiento de la seguridad, de la educación y de la salud pública.
¿ Y nosotros que hicimos para evitarlo? Nada, o casi nada.
No somos niños y niñas incapaces de comprender el alcance de nuestras acciones y nuestras omisiones.
Sabemos perfectamente al inicio del juego, cuales son las reglas y quienes las imponen.
Sabemos de donde sale el dinero que paga nuestros salarios.
Sabemos de qué se puede y de qué no se puede hablar, y lo acpetamos. Porque al final, eso termina siendo siempre más importante que nuestras supuestas obligaciones de contar la verdad, o lo que nos parezca de una verdad.
Pactamos con los que nunca deberíamos pactar y soportamos lo insoportable, a cambio de una comodidad que tarde o temprano termina. Porque somos desechables. Porque costamos poco.
Porque en las mesas de café somos guapos, pero puertas adentro de los medios, silenciamos el abuso sobre nuestros compañeros. O legitimamos la acción de nuestros patrones, sin levantar la voz.
Nosotros aceptamos los pactos espurios. La manipulación sectaria de los sindicatos que son buenos o malos dependiendo del gobierno de turno, o de las coimas que alcanzan a cobrar de los dueños de medios.
Los que elegimos hacernos los duros con los «grandes grupos» en los discursos, pero nos dejamos humillar frente a los dueños reales de carne y hueso, que con apenas un gesto de enojo, nos hacen retroceder.
Pero no les echemos culpas a los otros que hacen o no hacen. Hagamonos cargo de nuestra cobardía, de nuestra propia inacción. De nuestras decisiones diarias, que montan ese muro de distancia entre «la gente» y «los dirigentes», que nos sale fácil decirlo, pero no cumplir con nuestra parte.
En Santa Fe no hay un problema de narcos solamente. Tampoco de corrupción política, solamente. También tenemos un serio problema de complicidad periodiística con el poder. Y llegamos a poner por delante de la propia vida humana, los intereses de esas complicidades.
Nosotros , los periodistas, somos parte escencial del problema. Nosotros decidimos no romper el huevo de la serpiente y enterrarlo, antes de que nazca y se convierta en ese monstruo venenoso.
Hagamonos cargo. Para cuestionar a la realidad, en principio, debemos dejar de mostrarla de manera parcial y no permitir que los funcionarios nos mientan en la cara. Tampoco podemos permitir, como ocurrió hace pocas horas con una movilera de Radio Boing, que un Ministro maltrate a un colega porque incomoda con su pregunta.
Que Perotti sea este esperpéntico gobernador, también fue nuestra responsabilidad.
¿Lo podíamos impedir? Claro. Contando lo que pasaba, lo que había pasado, como en el caso del audio de Alvarado.
Pero elegimos callarnos. O mejor, la inmensa mayoría de los periodistas eligieron callarse.
Y contribuimos de manera central, al desarrollo de los acontecimientos posteriores.
Hagamonos cargo. No somos ajenos a la responsabilidad de este desatre. Y nos cabe una cuota grande de la culpa.