Ni siquiera los esfuerzos artificiales por darle volumen al último discurso inaugural de sesiones ordinarias del mandato de Omar Perotti, dieron resultados: Ni los trabajadores acompañaron la orden de los jefes sindicales de «movilizar» a la explanada de la legislatura santafesina, ni el aparatoso despliegue de pantallas, con propaganda oficial y electoral del mandatario, dentro y fuera del recinto, transmitieron el calor que procuraban los organizadores. El canal de la provincia reflejó, involuntariamente, el patético resultado.

La «transmisión oficial» del Canal público, fue desde el comienzo un espectáculo oficialista en el que explícitamente, los conductores, hablaban del «mucho tiempo que le queda a la gestión» y se dedicaban a entrevistar de manera exclusiva a los dirigentes oficialistas: Los ministros Celia Arena, Erika Gonnet, Silvina Frana y Marcos Corach en el hall de la Casa Gris, emitian en vivo sus opiniones sobre «el enorme trabajo que desarrollaron», mientras se ponchaban imágenes de la llegada del diputado nacional Roberto Mirabella a la legislatura, saludando a un indisimulable puñadito de militantes que se ubicaban debajo de una enorme bandera con la consigna «Hacemos Santa Fe».

La transmisión desde el hall, mostraba a un gobernador eufórico, saludando a sus colaboradores y algunos intendentes oficialistas, que exageraban los abrazos. El móvil se interrumpía cada vez que aparecía en la legislatura alguno de los candidatos oficiales: primero Marcos Cleri, y después, claro, el propio Mirabella, con tono de «sucesor». El conductor de la transmisión, acotaba detalles raros: «Es importante la presencia de Rolly Santacrocce, intendente de Funes», o agregaba argumentos a lo que iban dejando los entrevistados: en el caso de Mirabella, el sobrio Maximiliano Espíndola no dudó en afirmar «Es importante lo que dice Mirabella, porque hay muchos proyectos que empieza este gobierno, y que su candidato tiene pensado continuar»

En el medio, sólo hablaron el intendente Emilio Jatón, que fiel a su costumbre, eludió dar definiciones, y el jefe del bloque de diputados del PS, Joaquín Blanco, que cuando empezaba a dar definiciones duras sobre la gestión, fue casi interrumpido por la cronista para que hablara de la conformación del «Frente de Frentes». Ninguna otra voz critica. Ya era demasiado con eso.

Mientras eso ocurría, el gobernador caminaba las tres cuadras que separan a Casa Gris de la legislatura, rodeado por algunos ministros y funcionarios cercanos. En las veredas, solo personal de seguridad. Lo que contrastaba con el relato de los cronistas que destacaban «el esfuerzo que significaba mantener en orden en la caminata». Curioso: al gobernador lo seguía una prolija columna de doscientas personas debajo de banderas partidarias, sin ningún entusiasmo. Tan poco entusiasmo, que Perotti recorrió los trescientos metros, en menos de cinco minutos, sin ninguna clase de interrupción ni saludo alguno por parte de algún transeúnte.

La cobertura omitía una decena de colectivos rentados que se estacionaron frente a los silos del puerto de Santa Fe, que viajaron desde Rosario semivacíos; y un hecho que, agregado, suponía el «perfeccionamiento» de la frustrada movilización popular: a 100 metros de la legislatura, desde unas camionetas del Ministerio de Desarrollo Social, repartían bolsones de comida a las personas que se habían acercado «espontáneamente» al acto.

Cuando la breve columna que encabezaba el mandatario llegaba a la legislatura, el conductor de la transmisión se vio forzado a decir que «las imágenes muestran la importante movilización de militantes y gente común que se acercó hasta la legislatura», mientras las cámaras lo desmentían, dejando la sensación de que o estaba ensayando una ironía ó se vió obligado a describir lo que no estaba sucediendo.


El resto de los gobernadores, elegían la Avenida General López. Pero es muy ancha para Perotti, muy grande para él. Tan grande cómo le quedó el gobierno, que afortunadamente ya se empieza a terminar.


 

El pírrico respaldo a la convocatoria será, seguramente, tema de conversación en la semana y no faltarán reproches. Una confusión sobre el estado de las cosas, que, de manera muy anticipada y obvia, reflejó el interminable, mal leído e incomprobable despliegue de 156 filminas animadas con videos autorreferenciales, que luego, desplegó el gobernador en su último discurso frente a las dos cámaras.

Tres tediosas horas, que como en los dos años anteriores, comenzaron con la excusa de la pandemia y las condiciones adversas que le tocaron afrontar.

Un repaso por las potencialidades santafesinas en materia productiva, un conjunto de repetidos lugares comunes donde no faltaron las metáforas sobre «el corazón» y «la locomotora» del crecimiento que representa la provincia para el resto del país, y una larga perorata basada en números que no representan, en ninguna de sus proyecciones, la realidad que vive la provincia en el día a día.

El fugaz paso por materias centrales como la educación, la salud pública y especialmente la seguridad, evidenciaron el esfuerzo por adornar la presentación con datos que no se correlacionan con los casi 200 muertos que lleva la provincia desde el comienzo del año, las enormes dificultades que tiene el funcionamiento de las escuelas públicas y el inexplicable avance del Dengue en la provincia, que corona el ranking nacional sin que se pueda explicar de otro modo: faltó prevención y atención a los focos que se iniciaron a finales del año pasado.

De todo eso, Perotti prácticamente no habló. Y mucho menos admitió responsabilidades. Sólo reiteró que «sin el compromiso de Nación es imposible combatir el flagelo del narcotráfico» una reflexión que ahora repite como loro, pero que, durante su campaña para ser gobernador, estaba afuera de sus argumentos y sólo apuntaba a las gestiones provinciales. Ahora que le tocó a él, la culpa es de otros. Una lógica que se derrite frente a tanta realidad que lo contrasta.

El cierre fue frío, tan frio como el discurso que casi no despertó ningún aplauso en su interminable desarrollo.

Un gobernador que no puede anotar un sólo logro que vaya más allá del negocio financiero que significó la Billetera Santa Fe o el mejorable Boleto Educativo.

Todo lo demás, aún reconociendo que comenzó por fin y después de dos años y medio de parálisis casi absoluta, algunas obras, son promesas al viento e ideas que pudieron ser concretadas en los tres años y medio de gestión.

A Perotti le quedan seis meses de gobierno. Apenas cuatro con algo de poder real. Y un escenario de futuro que sólo se abraza a su propia candidatura, fuertemente financiada por los recursos públicos, para ser Diputado Provincial.

Lo demás, está prácticamente escrito: El próximo 11 de diciembre le entregará la banda y el bastón a un nuevo gobernador, que seguramente será de la actual oposición.

Ya quemó sus últimos cartuchos legislativos, y del mismo modo que ocurrió en su asunción y en los tres 1ros de mayo que le sucedieron, todo sonó a mentira y fracaso.

Sin Paz ni Orden, sin ninguna gracia para atraer a la población santafesina, que ni siquiera se asomó por curiosidad al balcón, de la estrecha 3 de febrero que eligió para ir caminando desde Casa Gris hasta la legislatura.

El resto de los gobernadores, elegían la Avenida General López. Pero es muy ancha para Perotti, muy grande para él.

Tan grande cómo le quedó el gobierno, que afortunadamente ya se empieza a terminar.

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