Hoy me llamó una colega enojada, y tiene razón: Yo escribí en mi crónica del acto del 1ro de mayo que ella, había interrumpido al diputado Joaquín Blanco mientras expresaba críticas al gobierno provincial, para cambiarle de tema y luego apurarlo para que terminara.
También me remarcó que no sólo hablaron Jatón y Blanco, como afirmé yo, sino que luego del discurso del gobernador, también se entrevistó a Maximiliano Pullaro con una dura crítica a la gestión y al discurso de Perotti. Reconozco la omisión, pero me excuso, porque mi crónica sólo hizo referencia al comienzo de la transmisión de la Televisión Pública santafesina. Mi esfuerzo periodístico, llegó sólo hasta la última filmina del gobernador, y allí, se acabó todo.
Repito mis disculpas con ella, y le agradezco su frontalidad y su defensa del honor periodístico. No es común que alguien, en este contexto, y bajo tantas presiones, salga a defenderse sin chicanas ni réplicas en redes sociales, para convertir el asunto en un conventillo.
No la nombro para evitarle mayores dolores de cabeza, pero todos sabemos de quien hablo por una sencilla razón: los que leyeron mi nota, y los nos ocupamos de estos temas, somos muy pocos y nos conocemos.
A ella, hoy, la conocí y la respeto mucho más.
Pero al margen de comprender y pedir disculpas por mis errores que provocaron enojos en ella y otros (queridísimos) colegas, quiero ser explícito : En la nota mezclé a «los conductores», cuando mi crítica estaba dirigida sólo a uno de ellos, el mencionado Maximiliano Espíndola, que a mi juicio – y como periodista y ciudadano santafesino tengo derecho a decirlo- acompañó las imágenes que le llegaban al canal, con acotaciones, exageraciones y agregados que denotaban un exacerbado e innecesario oficialismo. Fue sólo él.
Y es aquí donde quiero formular algunas aclaraciones:
La nota, no persigue la crítica al trabajo de los colegas. La nota, en cualquier caso, habla de un espacio público, financiado con los impuestos de todos los santafesinos, que tiene la obligación de representar a todos de la misma manera. Y no a un gobernador, ni a sus funcionarios.
El canal, en tanto ente público, debe garantizar en su programación equilibrio informativo. Nada que haya ocurrido, al menos desde la locución del mencionado conductor, y mucho menos desde la grosera administración de las imágenes, donde siempre se destacaba la figura del casi seguro candidato de PJ en las próximas elecciones, Roberto Mirabella.
Setenta y dos veces apareció Mirabella ponchado en la pantalla, durante las cuatro horas que alcancé a ver. ¿ Se puede decir que eso es equilibrio informativo? ¿ Era necesario? ¿ Es realmente útil tanta obviedad y preferencia?
El conductor se refirió en varias oportunidades a las posibilidades de Mirabella para ser sucesor de Perotti, e incorporó opiniones en el cierre de la nota que le hicieron cuando ingresó a la Legislatura, tales cómo «Es importante lo que dice Mirabella, porque de resultar electo, continuará los programas y obras del gobierno de Perotti», dejando en evidencia una línea editoral, que los periodistas podemos admitir en los canales privados, pero debemos exigir que no ocurra en los espacios públicos.
Allí, como siempre, no intervienen los que deben intervenir: Ni reclamos de la oposición en la legislatura por los abusos que se cometen en la pantalla, ni una sola palabra de los sindicatos de periodistas y técnico, que parecen estar mirando otro canal, como casi siempre.
Me atrevo a decir esto, porque incluso durante la gestión de Miguel Lifschitz, del que fui funcionario de comunicación durante dos años, también cuestioné el funcionamiento del canal y su anacrónica planificación. Me remito al archivo de este blog, y a esta nota que escribí en 2018: https://conicherep.com/2018/07/08/5rtv-y-telam-el-mismo-debate/
Lamentablemente, el acceso de las nuevas autoridades al canal, lejos de mejorar la propuesta, profundizó sus carencias y desató en la programación, un festival de contenidos basados, en muchos casos, en amistades y simpatías de los directores. Especialmente del jefe supremo, en las tinieblas, el temerario «Piojo» Pfeiffer.
El canal de la provincia, es de la provincia, del Estado Santafesino, no de un grupo de particulares que ocupa transitoriamente los sillones de su directorio.
La gestión actual, profundizó – en complicidad con los gremios- situaciones de precarización que en otros medios suelen terminar con escandalosas protestas.
Algunos programas que se emiten a diario, nos remiten a una televisión ligera, ajena a los objetivos fundacionales del canal: Para hacer entretenimiento vulgar, y publicar en redes sociales, chusmerios de revistas de peluquería, están los canales privados. Que esas cosas sean sostenidas con recursos públicos, constituye una vergüenza más a este presente trágico de la provincia.
Los periodistas, aunque jodamos, debemos decir lo que pensamos, con un único límite: que lo que abordemos sea de interés público. Que el objeto de nuestra información, tenga impacto sobre la vida de la comunidad.
Hablar del canal de la provincia, de su línea editorial y de sus contenidos, es un derecho que tengo no sólo como comunicador, sino como ciudadano.
Que nadie se ofenda por eso. Que no persigo con mis opiniones afectar el trabajo de nadie.
Lo que hago es hablar de lo que nos corresponde hablar.
Lamentablemente, en Santa Fe, NO HABLAR DE LO QUE TENEMOS QUE HABLAR, ha permitido que pasen de largo asuntos que en los próximos años, serán de obligatoria cobertura en tribunales.
No le pido a nadie que trabaje bajo la presión de esta autoritaria gestión, que sacrifique su trabajo para defender al Canal público.
Pero no se enojen si algunos nos tomamos el trabajo de hablar sobre estos asuntos.
Es nuestra obligación.