Una mañana común en REC. Estábamos al aire haciéndole una nota a la presidente Comunal de Hersilia, y ella contaba que una auditoría les reveló que su antecesor, generó perjuicios por más de 100 millones de pesos. Mientras hacía la nota, pensaba en las libertades que tienen algunos para delinquir, incluso desde el propio estado, y los problemas insoportables que tenemos los laburantes para poder hacer las cosas bien, sin que en el intento se cierren fuentes laborales o directamente cierren las pequeñas empresas.

Justo en ese momento, suena el timbre. Dos funcionarios de la Secretaría de Trabajo anuncian que vienen a hacer una inspección, a causa de una «denuncia» de ATRAC, el sindicato de operadores de radio. Detrás de ellos, seis personas del sindicato con cara de «ahora venimos nosotros».

Desde ATRAC, nos vienen pidiendo que nombremos operadores en la radio.

La radio, hoy, no necesita más operadores. hemos vinculado nuestra transmisión a una retransmisión de VORTERIX, que ocupa 17 horas de las 24. Al resto, la opera uno de los dueños de la emisora, que es operador con dilatada trayectoria, pero que por razones que sólo le competen a él, NO QUIERE SER AFILIADO AL GREMIO.

El gremio nos propuso diversas «salidas». En todas, se incluía una «cuota» mensual al gremio desde la radio. Hubiera o no operadores. El que tenemos no les sirve, porque no es afiliado. Pues, tengamos o no otro, ellos quieren el «aporte». Y nos negamos.

Durante meses recibimos advertencias y amenazas de denuncias en el MINISTERO DE TRABAJO. Fuimos postergando el conflicto, porque no nos interesa tener un conflicto, pero tampoco queríamos ceder a las presiones injustas de un gremio, que al menos en REC, no tiene ningún afiliado.

Ayer, por orden directa del ministro de Trabajo, nos mandaron una inspección. Los «muchachos» se sentaron en el hall, y tuvieron que soportar mi reclamo. Los invité a pasar al estudio, para que verbalicen públicamente el reclamo. Se negaron.

Los inspectores terminaron su trabajo, sin ningún tipo de obstáculo, a pesar de que desde el ministerio llamaron pidiéndoles que nos multen por obstruir lo que nunca obstruimos.

La idea no era «revisar» nuestras condiciones de trabajo, la idea era mostrar el poder que ostentan, de la mano del Ministerio de trabajo. No era defender a los trabajadores que no tienen en la empresa, sino sacar una tajada y de paso dejarnos un mensaje casi mafioso desde el Estado- usado por el gobierno- para dejarnos en claro que, les molesta lo que decimos y que hasta el último día, por suerte quedan cada vez menos días, harán lo imposible para incomodarnos.

Al final se fueron. Los invitamos a pasar al aire a los delegados de ATRAC, pero se negaron. Aparentemente sus argumentos no pueden ser defendidos en público, como los defienden en la oscuridad.

Las actas dejaron en claro que no presentamos irregularidades.

REC, junto a otras pequeñas radios, fuimos «inspeccionadas», mientras el Estado es el principal precarizador laboral de la provincia. Las pymes son perseguidas por el Estado, mientras son las únicas usinas reales de trabajo.

Los gremios estatales, como AMSAFE PROVINCIAL, ATE y UPCN, acompañan el proceso de precarización en el Estado.

Pusineri manda a inspeccionar a las pymes, especialmente a las que hablan de esas cosas, como REC, como si fuéramos delincuentes.

Nosotros no delinquimos, sólo nos dedicamos a contar algunas cosas que otros prefieren no contar.

Ser el UNICO MEDIO DE LA PROVINCIA que no recibe pauta oficial, no permite decir lo que muchos no pueden decir por conveniencia o por apremios.

Pusineri, un señor que se irá del Ministerio muy pronto, con una banca de diputados y sus respectivos fueros, no tendrá la tranquilidad de salir a la calle, con la que salimos nosotros cada día de la radio. Nosotros nos hemos encargado de contar sus irregularidades y sus abusos en la gestión. No sólo lo decimos nosotros, lo dicen los números de empobrecimiento de

Lo demás, es interpretación y preferencias de cada uno.

Ponerle freno públicamente a las organizaciones sindicales inmorales, es un aporte a una necesaria moral pública, que, por degradada, nos llevó a limites impensados de silencios y temor.

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