Tiempos difíciles para ser dirigente político: No sólo cargan con el desprestigio masivo de una sociedad que les reclama soluciones a sus problemas, sino que se ven obligados a renovar sus posiciones cada cuatro años, a través de mecanismos muy inciertos, en algunos casos caprichosos, en los que sobresalen la viveza, la especulación y los insoportables egos.
Ocupar un lugar en una lista, encabezarla, ser partícipe testimonial o directamente no estar en una nómina, sigue siendo una decisión absolutamente personal. Nadie ocupa un lugar que no quiere ocupar, y si lo hace, es la consecuencia de una presión que desde el vamos, limita la libertad del candidato.
O sea, para ser claros y no andar con metáforas innecesarias: Uno debe hacerse cargo de los lugares que elige ocupar, y no andar por lo bajo diciendo que…» No me quedaba otra». Si te quedaba otra, pero elegiste esa, y hay que hacerse cargo.
El viernes a la tarde, en todos ¿los partidos? o como debamos llamar a las organizaciones políticas de la provincia con participación electoral, había enojos, molestias, corrillos, maldiciones, ataques de ansiedad y muchos temores.
Lo que estaba en juego, no era el destino de la ciudadanía, sino el destino de quienes podían ser o no candidatos.
Lo otro, se define en las urnas. Esto, no. A esto lo definen unos poquitos, que están elegidos por otros poquitos.
Y respecto a eso, cabe preguntarse dónde han quedado las instancias de opinión de la militancia o las bases, a la hora de determinar quiénes y en qué orden se ocupan los lugres.
¿En qué instancia, un peronista, un radical, un socialista, un dirigente de izquierda o de derecha, participa para opinar quienes serán los que los representen en las listas?
En ningún lugar. Todo termina siendo asunto de mesas muy chiquitas, que definen nombres y candidaturas, en negociaciones silenciosas y ocultas, que por la naturaleza humana, terminan definiendo los asuntos en base a sus propias conveniencias, sus propios apetitos, y sus propios proyectos personales o grupales.
¿Pero qué estás diciendo? Lo que dije al comienzo. Las decisiones «colectivas» dejaron de tener esa naturaleza y se volvieron negocios casi personales. Aseguramiento de destinos personales, y desplazamiento de otros destinos, en una puja que por adornada que se ponga, no deja de ser una decisión personal, tomada en base a las necesidades del candidato y del pequeño grupo que los rodea.
¿Qué lugar ocuparon los méritos de algunos legisladores o concejales salientes, en la discusión del orden de las candidaturas en todos los partidos?
¿En qué porcentaje de las listas, los lugares se definieron por las condiciones, la experiencia o la capacidad de los miembros para ocupar esos sitios?
¿Cuáles son las instancias de filtro, de destilación, de evaluación de esos valores, si en muchos casos terminaron llamando a gente sin ninguna experiencia, poniendo sobre la mesa la lógica del mercadeo del conocimiento público, por encima de las representaciones y las capacidades?
Kioscos parecían algunos cierres de listas el viernes. Mercerías, o Clubes de trueque, en los que se proponían lugares, a cambio de garantías de futuro, que no se pueden garantizar antes de que la gente vote.
Ser o no candidato, es una decisión de vida. Que no se puede tomar ligeramente, ni de manera lúdica. Tomar la decisiòn de proponerse para ser gobernador, o vice, o concejal o intendente, o diputado, debería implicar la convicción de querer ocupar ese lugar. Y estar preparado para ocuparlo, antes de ocuparlo.
Hoy, la sociedad demanda como casi nunca, soluciones concretas a sus problemas, y espectáculos como los del viernes, dejan en evidencia la ausencia de liderazgos.
Los que se ofrecen para gobernar, tienen que sabercómoo se gobierna. Deben conocer las botoneras del Estado, cada rincòn del territorio que se pretende gobernar, tener dimensión real de las carencias de la sociedad a la que le propondrá slogans, y entender que no se trata de ganar una elección, sino de saber que se va a hacer con cada órbita del Estado, al minuto siguiente de asumir.
Que se entienda: No es un cuestionamiento a nadie en particular, es una reflexión sobre esta debacle de las organizaciones políticas, sobre este espectáculo bochornoso de confección de candidaturas, que están pensadas para ganar elecciones, no para gobernar.
Los hombres y las mujeres que se proponen ante la ciudadanía como vectores de los cambios que se reclaman, deben ser los que están preparados para hacer esos cambios. Los que se prepararon para eso, no los que están buscando salidas personales, garantías de empleo porque nunca trabajaron en la actividad privada o en el ejercicio profesional, o soluciones para sus retiros y jubilaciones, O peor, como en el caso de la lista de diputados del gobernador Omar Perotti, fueros para atravesar las circunstancias de investigación penal de sus salientes funciones.
El «armado» de las listas dejó un sabor casi generalizado de triunfo de las ambiciones personales, por encima de las calidades políticas.
La trascendencia pública de algunas discusiones que sólo versaban sobre «cuantos lugares te doy, cuantos lugares te reservás o qué lugar me proponés», desnudan una bajísima calidad institucional de los partidos, y un nivel de fragmentación y disgregación de las organizaciones políticas, que lejos de fortalecerlas frente a la sociedad, las debilita hasta puntos vergonzantes.
«Quién puede lo más, puede lo menos» dice un antiguo principio del derecho. Nunca a la inversa.
Quienes no son capaces de conducir, acordar y resolver las cuestiones en organizaciones menores, poco podrán hacer al momento de administrar un asunto tan complejo como un Estado, y menos en este contexto de desastre social y económico.
Por suerte, hay nombres – mujeres y hombres- en algunas listas con chances reales, que se destacan por sus historias, sus experiencias y sus mostradas capacidades. Pero hay que decir sin temerle al reproche, que la gran mayoría, se destaca, por lo contrario.
Los dirigentes de los principales partidos políticos tienen que reflexionar sobre lo acontecido: Todos seguramente tienen algo de razón, y en algo se equivocan.
Pero cierres como los del viernes, lejos de generar confianza, provocan vergüenza y alejan al «tipo común» de la práctica y el ejercicio político.
¿Qué se le puede pedir a una sociedad, que observa la pornográfica distribución de las postulaciones, en pequeñas oficinas, y de espalda a todos ellos?
Y ahí, no hay grieta.