“El periodismo es un lugar de lucha política…Inevitablemente».

Judith Butler

El periodismo tiene ideología, siempre. Ningún periodista es objetivo, ninguno. Aunque lo jure y lo perjure. Todos los periodistas pensamos la realidad desde un lugar, todos tenemos una mirada personal y subjetiva sobre los hechos de la vida pública. Y todos, al momento de las elecciones de cualquier tipo, tenemos preferencias.

Por eso no debería sorprendernos la participación de tantos en las listas electorales.

Sin embargo, el aluvión de periodistas en las listas de candidatos provinciales y municipales santafesinas no es la consecuencia de eso, sino de la popularidad que ofrecen los medios de comunicación. Una manifiesta confesión de la política tradicional, que como en los 90 con Menem, necesitan asociarse a personas con cierta popularidad y nivel de conocimiento para fortalecer sus chances.

Pero al margen de ese «aprovechamiento» electoral de ciertos nombres conocidos, hay que defender a los periodistas que definen ocupar cargos públicos y sin necesidad de remitirse a la figura histórica de Mariano Moreno y su fundacional Gaceta de Buenos Ayres. Ni a Sarmiento y Mitre que cumplieron esa función antes y después de ser presidentes.

En el mundo, los grandes periodistas, generalmente estuvieron ligados a líneas de pensamiento y a la consolidación de reivindicaciones sociales, raciales y culturales, en los que fueron protagonistas.

No hay que preocuparse por la profesión de quienes asumen el desafío de hacer polìtica, partidaria o no. En el caso puntual,  pocas actividades son tan familiares a la política como el periodismo. El periodismo, incluso el periodismo presuntamente no político, funciona en general (con mucha más claridad en las provincias) alrededor del financiamiento político. Y ese financiamiento condiciona lo que dice o lo que deja de decir el periodismo. ¿Está mal? No. Los periodistas son ciudadanos y tienen derecho a expresar sus ideas y preferencias, y más: tienen derecho a representar a un colectivo de ideas. Y a usar su popularidad para juntar voluntades a favor del proyecto que defiende.

Lo que en todo caso define al periodismo es la credibilidad y la consistencia de su información. Por subjetiva y parcial que sea: si un periodista informa, y esa información está basada en hechos reales y probados, si es información no está contaminada por mentiras maliciosas, si es información no persigue un engaño. Pero ahi, no estamos discutiendo su vinculo con la polìtica, sino su calidad profesional.

La condición de un periodista no está limitada por su pensamiento, sino por su capacidad para revelar lo no revelado. Para analizar las cosas desde un lugar diferente al que se venía analizando. Después, si ese periodista es partidario o no, termina siendo secundario. Eso se nota al hablar, o al callar. Tarde o temprano.

La única pregunta que resta responder es si esos periodistas pueden volver a su actividad tras el paso por las candidaturas o los cargos públicos. Y la respuesta, al menos para quien escribe, es contundentemente si. No hay ningún motivo para «cancelar» a quien se ofrece como candidato, si su labor profesional responde a los cánones que mencionábamos arriba.

Todo lo demás, es asunto de sus televidente, lectores, oyentes y seguidores: Finalmente, como en las elecciones, son ellos los que determinan el valor del trabajo del periodista, devolviéndole o no las audiencias que tenían antes de saltar de actividad.

Hay que perderle el miedo a la participación política, porque es un asunto que no excluye a nadie: ni a médicos, ni a periodistas, ni a curas o docentes.

Lo público es público. Y nos pertenece a todos. A los periodistas, incluso, con responsabilidades mayores que otros sectores, por nuestro presunto mayor conocimiento de la totalidad de los hechos.

Los periodistas somos ciudadanos y tenemos derecho a participar de cualquier instancia sin que se ponga en duda la calidad profesional.

Y los medios, deben perderles el miedo a esas representaciones. Dejar de subestimar a la población, que sabe perfectamente quien es cada uno, y elegirá a quienes los convenzan y le generen confianza.

Lo mismo ocurre con el periodismo.

 

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