El acto del 25 de mayo en Santa Fe no pasará a la historia. La lluvia y la indiferencia general, le dieron el marco adecuado: apenas un puñado de funcionarios candidatos y un grupo de chicas y chicos vestidos de época revolucionaria, repartiendo pastelitos. Omar Perotti dio un discurso » a lo Perotti». Sin precisiones, usando hasta el cansancio el tiempo verbal infinitivo y plagado de expresiones sacadas de manuales escolares. Otro discurso pobre, uno de sus últimos discursos públicos como gobernador.

Sin embargo, y contra toda lógica, aprovechó el escenario para hablar de lo único que no habla: La inseguridad y el caos delictivo que asola a Rosario, a la ciudad capital y a casi toda la provincia. Y en lugar de admitir la realidad, prefirió referirse al tema, desde la indolencia «El delito sabe que en nosotros encuentra una barrera» espetó. Como si no hubieran pasado 3 años y 6 meses de gestión. Como si su gobierno recién empezará o peor, como si sus políticas de seguridad le hubieran dado una mínima solución al tema y no lo hubiera multiplicado. Y abonó la teoría de que la ola de violencia está «alentado» por el proceso electoral.

Lo dice el hombre que ganó las elecciones en 2019 con el slogan » Ahora, La Paz y el Orden», asegurando que su prioridad iba a ser la seguridad pública. Dijo que iba a ser el jefe de la Policía y que con él los uniformados recuperarían el respeto «que habían perdido»

Sólo en Rosario, hay más de un muerto por día. En el total de la provincia ese número asciende a dos. Si se comparan esos números a los recibidos por su gestión, se puede decir sin caer en ningún error, que Perotti, sus políticas o su abandono a la seguridad pública, está más cerca triplicar que de duplicar la cantidad de homicidios que tenía la provincia al momento de asumir.

Lo puso a Marcelo Saín de ministro. Un «garantista» Zaffaroniano, que se dedicó exclusivamente a destratar y humillar a las fuerzas policiales haciendo públicos sus audios de WhatsApp.

Saín, además, montó un esquema de » perfilamiento» sobre adversarios políticos, empresarios jueces, fiscales, periodistas y familiares de todos ellos. Montaron un esquema de espionaje con recursos públicos. Y pusieron toda la «inteligencia» del Ministerio de Seguridad en eso, mientras el crimen crecía y el narcotráfico recuperaba las calles que venía perdiendo en los últimos años. No lo digo yo. Lo dicen TODAS las estadísticas criminales.

Sain se fue del gobierno, a causa de un intento de licitación dirigida a beneficiar a una empresa israelí. La denuncia la hizo la empresa argentina BERSA. La fiscalía imputó a Saín y a sus principales colaboradores por haberle generado un perjuicio al Estado de casi 17 millones de dólares.

Desde el propio diciembre de 2019, y en coincidencia con  el arribo al cargo de Secretario de Asuntos penitenciarios del pastor evangélico Walter Galvez -único funcionario que seguridad que permanece en su cargo- las cárceles santafesinas liberaron el accionar de los narcos detenidos. El 85 % de los homicidios, lo dicen los fiscales, se ordenan desde  los edificios penitenciarios. Demoraron 3 años en comprar inhibidores telefónicos y varios testimonios públicos de algunos empleados del servicio, cuentan el modo en que las bandas narcos se apoderaron del dominio interno, con acuerdos visibles con las autoridades.

La Policía de Santa Fe tiene menos autos que en 2019. Hoy, a Rosario, la patrulla menos de un tercio de los que la patrullaban al asumir Perotti.

Hay zonas de Rosario claramente liberadas, y el nivel de violencia crece: las escuelas son baleadas, los comercios extorsionados, y los crímenes crecen. Tanto como los robos y los asaltos a mano armada. En cualquier lugar, y a cualquier hora del día.

No hay policía. No hay gestión política de la seguridad. El cuarto ministro en 3 años dice algunas cosas que luego aparecen desmentidas por otro ministro, Marcos Corach. ¿Qué poder tiene un ministro frente a las fuerzas, si otro ministro lo desautoriza?

Por eso las afirmaciones de Perotti suenan a provocación. Con leer todos y cada uno de los mensajes en los diarios digitales donde se publicaron sus declaraciones, basta para entender lo que le pasa al ciudadano medio cuando lo lee o lo escucha.

Por eso cabe preguntarse si son declaraciones intencionales. Si a Perotti lo superó su cinismo infinito o si sus declaraciones responden a un estado de salud mental, incompatible con su cargo. 

Si se trata de una provocación, Perotti no advierte la gravedad de sus acciones, ni las consecuencias que pueden tener.

Si se trata de un problema de «ausencia mental», no estaría mal que alguien le demande algún examen. No es poca cosa, perder el sentido mientras se gobierna. Lo experimentamos ya con De la Rúa.

Quien escribe cree que se trata de lo primero: que el gobernador goza de buena salud, que ya abandonó el gobierno y ahora espera usar todo lo ahorrado en su campaña a Diputado. Si la gana, mejor. Si la pierde, le servirá al menos para estar aforado.

 Otros creen que perdió lucidez y que estas son expresiones que lo revelan. La versión nace bien cerca del propio gobernador, al que lo señalan desconectado de los asuntos públicos, sólo concentrado en su futuro personal, y eligiendo actividades que no le demanden tensión.

Como sea, que diga que su gobierno ha sido una barrera para el delito, es como escucharlo decir a Alberto que su gobierno ha generado una barrera contra la inflación, algo funciona mal, sobre lo mal que funcionan las gestiones.

El cinismo, requiere de inteligencia para surtir efecto. Una característica que el gobernador no ha probado tener, al menos ,para las funciones públicas.

 

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