Este pais es increible. Justo cuando por fin encaramos seriamente algo, aparecen expresiones individuales con potencia mediática que nos distrae y contaminan una lucha noble, para convertirla en una discusión improvisada y superficial de panel televisivo clase B.
Somos un país con una notable y probada capacidad de autodestrucción. Somos, lo sabemos, una sociedad con enormes dificultades de empatía con las normas, con varas morales muy bajas y con una autoestima inexplicable, si se la compara con nuestros logros.
Hemos asistido en los últimos 25 años a un proceso de degradación del que nunca nos hacemos cargo, aún habiendo sido partícipes del mismo. De manera constante o aislada. Robar se convirtió en un asunto menor en el nombre de los «grandes objetivos» del modelo de turno y la muerte, si, hasta la muerte, es grave o menos grave de acuerdo a quien se le pueda atribuir la responsabilidad o su consecuencia.
Argentina es, y no es un hallazgo decirlo, un país que carece de sentido común y lo común, se ha convertido en una rareza que termina siendo motivo de aplauso y admiración.
Somos socialmente esquizofrénicos .Por eso admiramos a tipos como René Favaloro, terminamos reivindicando tardíamente a los Illias o los Alfonsín, pero somos incapaces de imitarlos en la vida cotidiana. Y peor aún, seguimos votando por tipos que, o no pueden explicar su riqueza, o que su riqueza es la consecuencia de acciones delictivas previas. Y después, le echamos la culpa a la otra mitad.
Somos una sociedad repleta de clichés justificatorios de todos nuestros males, y raramente, de manera muy aislada, ejercemos la autocrítica y la voluntad efectiva de acuerdos mínimos para salir del ahogo constante que nos imponen la economía, la desigualdad y la violencia. La violencia: esa consecuencia inevitable de todo lo anterior, pero sobre todo del ombliguismo sistemático.
Todo nos divide, todo nos violenta, todo nos convierte en efectivos – muchas veces irracionales- de causas propias y ajenas que nunca admiten resolución. Aunque se resuelvan por la via de las instituciones, aunque lo decidan las mayorías, aunque se caigan de maduras.
Y es muy poco frecuente que asumamos debates con seriedad.
Por eso, justo en estos días, cuando por fin un tema como la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo nos sumergió, por fin, en un debate serio. Cuando nos impusimos la obligación de leer, de escuchar, de argumentar y fundamentalmente de tolerar la posición del otro, cuando, aleluya, encaramos un proceso de transformación cultural profundo en la lucha por la igualdad de género, en un punto histórico en el que afrontamos todos juntos un asunto serio como es la violencia de género y nos dispusimos a encarar como se debe encarar el pandémico femicidio,resulta lesivo que algunos terminen usando esa discusión, para saldar asuntos personales o cuentas íntimas.
Esta vez le tocó a Ricardo Darín, uno de los pocos emblemas culturales de Argentina. Un tipo que, además de ser un actor fenomenal, sabe poner – como muy pocos- en sus intervenciones públicas, esa cuota de humildad, de serenidad y de sentido común del que carecemos la mayoría de los argentinos que nos desangramos en las mínimas discusiones diarias.
Justo Darín. El que nos baja a tierra cuando reclamamos y nos recuerda que «bañarse dos veces por día con agua caliente» es un lujo, en una sociedad con porcentajes altísimos de ciudadanos que no tienen ni agua, ni gas.
Justo Darín, el que prefiere la mesura cuando se malinterpreta una declaración suya y no utiliza, jamás, el tremendo poder de su palabra para usarla en beneficio propio.
Justo Darín, el que usa sus redes sociales para colaborar con todas y cada una de las causas que valen la pena para cambiar mínimamente la vida cotidiana de los argentinos. Ese que entiende el valor de lo micro en la existencia y sabe, que en cada campaña de abrigos, en cada búsqueda de una mascota o en cada acción puntual que resuelva al menos un problema de al menos una familia semejante, las acciones tienen sentido.
Justo a Darín, reconocido por el mundo por su don de gente, por su humildad, por su capacidad para criticarse, por su conciencia para distinguir lo importante de lo superficial. Justo a él, que podría estar viviendo en otro país pero que elige vivir en el suyo a pesar de toda la basura contaminante, lo ponemos en la olla del escarnio público por motivos incomprensibles, por dos afirmaciones confusas, por asuntos que claramente tienen más que ver con el ego, con la vanidad y con la sensibilidad de los artistas, que con cualquiera de los vejámenes reales que sufren miles y miles de mujeres argentinas cotidianamente.
A Darín, en las últimas horas, los medios del mundo. Si. los medios del mundo – carentes de cualquier información veraz y necesitados de impacto redituable- lo pusieron en la lista de los Weinstein, Spaces, violadores, abusadores y violentos del mundo de la farándula.
¿ Por que? Porque dos actrices, dicen haberse sentido destratadas, y cuando se les pregunta por qué, sólo se limitan a decir vaguedades vinculadas a supuestas discusiones profesionales, o presuntas diferencias salariales con quien, sin lugar a dudas, era y es, el tipo más convocante e importante que dió la escena nacional de los últimos 25 años.
¿ Que hizo exactamente Darín? No lo sabemos, y es probable que no lo sepamos nunca, porque todos los indicios apuntan a una sola respuesta: discutió con sus colegas, como discutimos todos nosotros todos los días en nuestros trabajos y les produjo «malestar». De esos malestares que no están contemplados en ninguno de los tipos legales o éticos que puedan identificarse con la violencia de género ó algo por el estilo.
Sólo nosotros, autodestructivos, indecentes por contagio, pusilánimes por entusiasmos vinculados con el enriquecimiento de otros, consumidores de consignas y pasiones falsas, militantes de la estupidez sistemática y odiadores del brillo ajeno, somos capaces de lastimar y destruir a los hombres y las mujeres que nos indican, con su sola presencia, hacia donde queda una sociedad mejor.
Así, lo echamos a Alfonsín de su gobierno
Así, dejamos que Favaloro se pegara un tiro porque el PAMI no le pagaba una deuda
Así, humillamos a Messi comparándolo con Maradona o Cristiano Ronaldo y le pedimos huevos
Y así, también, reproducimos y multiplicamos versiones falsas y estigmatizamos a uno de los pocos tipos que representan el «deber ser» de una sociedad normal, como Ricardo Darín.
Una constante de nuestro ADN autodestructivo. Una buena síntesis de nuestra pobreza y nuestra enorme dificultad para merecernos una realidad un poco menos dura.
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