A ver si aprendemos. Hay temas con los que no se juega a la politica. Son politicas y punto. La educación pública es, junto a la salud pública, dos asuntos que los argentinos hemos resuelto hace muchos años y no vamos a resignarnos a ponerlas en juego, por el delirio de un sujeto con poder pasajero. Lo decide la sociedad, y nadie más que la sociedad.

Era necesario. No lo hicieron los dirigentes opositores ni los lideres sociales del país. Estaban escondidos. Y tuvieron que salir los estudiantes, si, los estudiantes para dejar en claro que hay cosas con las que no se juegan. Ni se hacen negocios. Ni se convierten en materia del maldito mercado.

Los argentinos decidimos hace muchos años, demasiados ya, que la educación pública es sagrada. Lo dijo un tal Domingo Faustino Sarmiento hace dos siglos, lo consagró la 1420 un siglo atrás, y lo confirmaron en el medio, la Reforma Universitaria y todas las modificaciones que se hicieron a la Constitución.

Eso, es un consenso. Y si lo quieren cambiar, ya sea por medio de la ley o a través del creciente desprestigio del Estado, como si se tratara de una empresa deficitaria, desde ayer ya saben que no van a poder. Ni con protocolos antiviolencia, ni con asignaciones presupuestarias de urgencia, ni con la instalación de mentiras de fácil reproducción, como las presuntas faltas de auditorias sobre la universidades.

No. Los que crecimos al calor de la democracia vivimos muchas cosas. Nos equivocamos en muchas, pero hemos sabido consolidar otras, que no estamos dispuestos a negociar con nadie, ni por nada.

El presidente debería empezar por saber eso. Que no lo vamos a negociar. Ni con Conan resucitado.

La Universidad pública, contra toda campaña mentirosa, es una de las instituciones con mayor prestigio social del país. El 70 % de los argentinos la valoran Bien o Muy Bien. Y con la excepción de algunos abusos generados en universidades del conurbano, fundadas por el Kirchnerismo, practicamente no existen denuncias por irregularidades en el funcionamiento de las mismas. No es que no haya causas, directamente no hay denuncias. Y todas, contra el discurso que lanzó el gobierno, están siendo examinadas y auditadas por la AGN y la SIGEN.

¿ Entonces que pretenden con la reducción de la inversión en educación y los congelamientos de presupuestos?

Tambien debería empezar a distiguir entre gasto e inversión, tanto que sabe de economía el señor.

La educación es inversión. Es la utilización de los recursos de todos nosotros, para que cada día los argentinos podamos tener mayor riqueza en recursos humanos. En ideas, en desarrollo de ciencia y tecnología, en inteligencia aplicada al crecimiento productivo.

Nadie lo va a hacer por nosotros, si lo convertimos en un asunto de mercado.

Nuestras leyes imponen que la educación primaria y la secundaria son obligatorias. Y es el ESTADO, no las empresas, el que debe garantizar que eso se cumpla a rajatabla.

¿ Se pueden plantear reformas a ese sistema? Seguro. Pero esas propuestas no pueden, nunca, violar el acuerdo de la universalidad, la gratuidad y la pluralidad. Y esos tres principios, debe garantizarlo el Estado. Con presupuesto adecuado. Para que los docentes ganen buenos salarios, para que esos docentes tengan miradas diferentes sobre las materias que son objeto del conocimiento, para que la infraestructura educativa sea suficiente, y para que la regularidad de los alumnos, garantice no sólo la incoporación formal de conocimientos, sino una verdadera socialización del sujeto.

¿ Sucede eso en Argentina? No. Pero cualquier solución que se pretenda debe dirigirse a consolidar esos principios. Nunca a eliminarlos.

El martes a Milei le empezó a quedar claro: Los argentinos parecemos boludos, pero no lo somos. Hay cosas que no están en juego, ni permitiremos que las pongan en el terreno bursátil.

Que le sirva a Milei, que ahora dice que «es una causa noble», pero que también le sirva al resto de los dirigentes que se terminaron colgando de la marcha para reclamar lo que sus propias representaciones les impiden.

La crisis de la educación argentina se resuelve con más educación, no con menos.

Y el destino del país se mejora con una mayor inversión en todo el sistema público.

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