Cristina se defendió por Facebook. Y se limitó a decir que “ella no le dio la plata a López”. Y redujo el asunto a que “si alguien recibe plata como funcionario, hay un privado que se la dio”. Después, lo de siempre: auto-elogio, y un sentimentalismo ideológico adolescente.
Me acordé del Lole Reutemann cuando se morían los santafesinos por la inundación que sus funcionarios corruptos no evitaron por no hacer una obra pública, y en lugar de defender a sus funcionarios, lanzó el “a mi nadie me avisó”.
La Carta de CFK es de un cinismo insultante. Básicamente para sus militantes, a los que sigue tratando como tarados subnormales.
CFK se burla de todos. Pero en especial de sus seguidores. A los que no les explica nada, y les pide todo.
CFK cree efectivamente que es una líder carismática, y que “su pueblo” le debe fidelidad, sin dar ninguna explicación sensata. No por los bolsos de dólares de López. Sino por López, Jaime, De Vido, Anibal, Milagro, los Sueños Compartidos, Boudou y todos y cada uno de los tipos que se enriquecieron, junto con ella, durante todos estos años.
No puede responder con esa languidez argumental. No tiene derecho a creer que somos todos imbéciles. Y en especial, aquellos que la ayudaron, la sostuvieron, y militaron para que ella termine siendo lo que fue.
No salgo del asombro. Su cinismo es extremo. Es la indolencia y el egoísmo en su máxima expresión. Es la licuación de su figura.
Es la profecia autocumplida… CFK es calabaza. CFK, la Cinika